SIGLO XXI: Asimetrías preocupantes Estado/Sociedad Julio C. Romero Orozco 11 de Agosto de 2015

El Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que esta Constitución establece" (artículo 1°, inciso 4°, Constitución de 1980, reformada el 2005).

                      Mantenerse al margen de cuestionamientos de la sociedad  pareciera ser una tarea  muy difícil de cumplir por parte del Estado. El ideario del Bien Común y sus principios fundadores va encontrado una férrea resistencia sociopolítica que se ve agravada con la incertidumbre del mercado, viéndose  debilitado en su status de referente de autoridad y control, como también en su capacidad de inclusividad de todo el ser nacional. En este contexto, -como ejemplo inquietante- casi 80 mil personas de distintas nacionalidades están optando por sumarse a la causa del mal llamado Estado Islámico (casi con territorio propio y miles de millones de dólares a su haber), grupo que cuenta además con una considerable letalidad para desestabilizar y desafiar a Estados legítimos.

Por lo anterior, ¿Es que la actual sociedad  va asumiendo nuevas configuraciones, reclamando distintos métodos de legitimidad y confianza? o ¿Es que el actual modelo o lógica del Estado, con su institucionalidad y procedimientos, es incapaz de cumplir con su propio ideario fundacional? Pareciera observarse entonces una particular asimetría Estado/Sociedad desde variadas perspectivas, pues los cambios en todo ámbito son vertiginosos. El uno como ideal histórico de bien común y cohesión y la otra susceptible a conflictos y necesidades insatisfechas. Sin embargo, insertos en procesos que debieran ser concordantes y sujetos a dialogo (democracia), pero también, construyendo la renovación orientada al bienestar, condición igualitaria y segura de convivencia y cumplimiento de objetivos comunes.

Tal vez no sea adecuado hacer una diferencia de una entelequia que está incluida en otra (un ideal que no sólo está en la imaginación), sin embargo de una alguna forma, ambos (Estado/Sociedad: que tienen un fin específico: el bien común) se pertenecen y curiosamente tienden a excluirse, como si el sistema o aparataje monstruoso –o cosa- estatal subyugara a una indefensa y a veces poco cohesionada y  convulsiva sociedad, otro monstruo emergente del siglo XXI, en que la persona actual y grupos–ahora una singular forma de vida y conocimiento- intervienen a través de las redes sociales ya como un “especialista más”,  o como dice Humberto Eco: “ le da derecho a hablar a legiones de idiotas”, promoviendo al tonto(s) del pueblo como “portador de la verdad” .¿Un tema de debate complejo y preocupante? , tema que hace enfrentar a diversos actores sociales ubicados en diferentes niveles de participación y decisión.

Por lo anterior, es posible advertir el dominio de un creciente e indescriptible fenómeno comunicacional y excentricidad del debate de la “verdad”, “modelo de acción pública en la que el individuo adquiere importancia creciente” (Ganuza y Robles).en el cual la institucionalidad comienza a dar señales de cansancio y debilitamiento como también de incapacidad para ejercer su poder constructivo, coactivo, mediador y pacificador de las fracturas que se producen en el quehacer y qué decir de las diferentes subconjuntos sociales, cuyas consecuencias generalmente se traducen en actos de violencia, decisiones equívocas y deterioro, entre otras.  Asimismo, involucrado en la cinética de retrotraer la historia para su enmarcado en una re-propuesta de agenda, que generalmente apunta a justificar y re-contextualizar hechos del pasado, impidiendo avanzar con fortaleza ante los grandes desafíos concretos e importantes, es decir, una relación entre la decisión y el objeto, hoy una relación fuertemente interdictada que tiende más a la destrucción de la estabilidad que a su fortalecimiento.

Sin duda que nuestro siglo XXI conlleva una propia naturaleza. La dinámica social intervenida por la tecnología y nuevas formas de lenguaje se identifica mayormente con una mutación de la costumbre-y tal vez un declive de la actual  asociación democrática-, pues hablamos de un significante más interconectado, empoderado con herramientas avanzadas de información y opinión y de un Estado cada vez más  distanciado en el  liderazgo formal de las ideas y áreas funcionales tales como: la tecnología, innovación, educación y los derechos y deberes humanos, entre otros. Aspectos que  debieran  configurar al individuo y colectivo del futuro ante los desafíos de la seguridad, defensa y desarrollo integral.

“Podemos observar una inclinación a contemplar y concebir un nuevo sujeto político que a su vez presupone una realidad social y política acorde a sus rasgos. Su emergencia mediante nuevos instrumentos de participación dirigidos a un sujeto políticamente activo y consciente de su propio proceso de conformación, plantean en el ámbito administrativo una realidad en la que la ciudadanía puede tomar parte de los procesos de toma de decisiones públicos sobre cuestiones que la afectan, lo que implica una discusión siempre desde un espacio público y alrededor de intereses generales.” Ganuza y Robles