SEGURIDAD Y DEFENSA: ¿ GASTO O INVERSIÓN?
INTERROGANTES Y DESAFÍOS PARA EL SIGLO XXI
Mg. Julio C. Romero Orozco
30 de agosto de 2016
“La defensa es una función intransferible del Estado que se orienta por claros principios estatales y es conducida por un conjunto de autoridades institucionales, las que conforman un sistema cuya figura central es el Presidente de la República. En términos de política pública, ella se plasma en la política de defensa, donde se consideran las orientaciones básicas para el conjunto del sector.” Libro de la Defensa Nacional de Chile, Parte 3, 2010.
La seguridad y defensa nacional, en su significado compuesto, es un tema muy serio y del cual, tal vez, se ha evitado debatir en profundidad y altura para fijar la importancia de actuar con legitimidad (todos los actores de la nación) en un entorno de libertad para el desarrollo de capacidades hacia un cada vez mejor modo de vida, como también, en la preservación y proyección de nuestros intereses, los que debieran sostenerse en lo que la sociedad toda percibe como lo mejor para Chile con el propósito de emplear las herramientas correspondientes de manera balanceada acorde a la economía, a la visibilidad del escenario y a las amenazas. ¿Un debate democrático o de especialistas?
En la actual complejidad socio-política mundial- de amenazas, riesgos y vulnerabilidades en todos los niveles y escenarios societales los sistemas económicos están permanente y crecientemente preguntando y cuestionando no sólo el financiamiento de la seguridad y defensa, sino que también, su orientación respecto a su desempeño profesional respecto a los diferenciados escenarios de conflictos. Retomando la cita-al comienzo- creo que no se deben perder de vista la concepción política básica: 1) los principios estatales, 2) las autoridades institucionales, 3) la figura del Jefe Político y 4) la política de defensa como una política pública, pues de la articulación de los puntos expuestos debiera iluminar la problemática respecto a lo que atenta contra nuestros intereses y objetivos y lo que se requiere (capacidades) para preservar y proyectar nuestra política, aunque, cada vez más el estado-nación se vea sensibilizado ante factores ideológicos, coyunturales o percepciones acerca del mundo y la región : Ilegitimidad de la Guerra, Baja internacional del valor del Cobre (posible efecto en la Ley Reservada de financiamiento de las Fas), Casos de corrupción o malversación, baja probabilidad de amenaza vecinal, Error de cálculo y orientación en el balance de capacidades para enfrentar amenazas externas e internas, otras.
¿Lo anterior puede influir en las decisiones de orientación, gasto e inversión en defensa?
En el contexto de la experiencia española (Rafael L. Bardají y Óscar Elía, 2016-06-15) emergen consecuencias que son muy interesantes para reflexionar y extrapolarlas a nuestro contexto: 1) El “Hacer más con menos” permanece en la creencia que el “menos” puede inscribirse en un largo tiempo -y en donde es difícil ver sus consecuencias a mediano y largo plazo-, fijándose en el imaginario colectivo que el incremento de recursos no es necesario y que este no solucionaría los problemas de la defensa. 2) La sociedad no cree que las Fas sean garantes de la seguridad (aunque tengan una alta valoración en la percepción pública), pues se cree que la guerra no es la solución y que las actividades de carácter humanitario (las Fas están para salvar a inmigrantes en el Mediterráneo) tienen mucho más valor, por lo que la seguridad “sería otra cosa”. (Pero ¿qué cosa?). Sin duda, una situación de “desnaturalización” de la herramienta donde las fuerzas en OPAZ ingresan en una espiral de rutina y entrada de recursos para satisfacer ítems internos. 4) Actividades que convierten a las fuerzas en cooperativas, trasladando a otros actores (autoridades, periodistas, Ong, otras, “en nombre de la defensa”. 5) re-creando una imagen de Fas pacifistas que podría construir una institucionalidad post militar desvirtuada respecto a la lógica de la Guerra orientada para defender. 5) Acuñándose la idea que la seguridad no pasa por la agresión de nuestros vecinos, por tanto, la defensa no “debiera” diseñarse o concebirse bajo ese parámetro.
Al observar los enfoques respecto a la realidad española, me resulta interesante reparar en los aspectos político-culturales y económicos, con el fin de aproximar un acotamiento y definición justa del financiamiento, diseño y orientación de las Fas chilenas para el siglo XXI. En este tenor, la dinámica del mercado internacional respecto al metal rojo no sólo afecta al presupuesto nacional y su desarrollo, sino que también, a la percepción respecto al financiamiento de los sistemas de armas, creando un manto de duda e incertidumbre coyuntural que puede colonizarse en el plano ideológico, en el sentido de formar opiniones reactivas que pueden llevar a malas decisiones acerca de un mecanismo que prodigue un sistema de financiamiento independiente del devenir del mercado y de sesgos.
Lo importante es mantener con firmeza en la conciencia colectiva que una Fas debe estar concebida, financiada, diseñada, entrenada y proyectada para la “Victoria”, por lo que el significado de “inversión” debe ser preeminente por sobre el “gasto”, de manera de mantener las capacidades de manera armónica con otras necesidades del país e ir fijando en la conciencia de la población y actores políticos la evolución vertiginosa de la metodología del conflicto tradicional y que este involucra la sinergia de muchos factores, especialmente tecnológico y capacidades de modelar escenarios futuros, donde es muy probable que la potencialidad industrial, empresarial y académica del país tenga que sumarse activamente al esfuerzo para la preservación de nuestros intereses. (Ver Ciberguerra). Por lo anterior, la visión de financiamiento de la fuerza debe ser eminentemente técnica, independiente y centralizada en el estado, con el permanente desafío de ir desechando viejos paradigmas y lógicas (Ver Guerra Compuesta) y adoptando una cultura de actividad permanente de planificación y modelación de escenarios futuros, con el fin de tener con firmeza el cálculo respecto al debatido balance de las amenazas (externa-interna), cooperación y proyección internacional y necesidades de otros sectores del país.
No olvidemos que hoy, nuestro país no cuenta con la capacidad real para controlar la totalidad del territorio y por ende el concepto de soberanía es nominal. La estructura y cultura política se resiste a una eficaz descentralización del país. El país es vulnerable ante amenazas de la naturaleza y otras debido a sus vacíos territoriales. Estas realidades le ponen una dura tarea a la defensa ante la evolución e incertidumbre de lo que puede afectar nuestros intereses y supervivencia como estado-nación. Por lo anterior, es vital diseñar un sistema de financiamiento armónico de la fuerza y evitar su desnaturalización ante los actores políticos y principalmente, ante la sociedad civil.
“Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas.”
Mario Benedetti (1920-2009) Escritor y poeta uruguayo