Julio C. Romero Orozco
Desde que John Quincy Adams elabora la frase “América para los americanos” para que fuera empleada por el Presidente Monroe (1823) para gestar una visión imperialista del mundo, ha pasado mucha agua bajo el puente, principalmente de resistencia de muchos estados que fueron permeados por la ideología comunista, haciendo reaccionar con fuerza o intervención indirecta a la potencia del norte.
El siglo XX dispuso un tablero muy difícil de jugar en América, generando fuertes sentimientos de antipatía y desconfianza, como también una gran brecha de económica y tecnológica, donde la precariedad del Sur tuvo como consecuencias de inestabilidad, pobreza y debilidad política, permitiendo el interés soviético por la región, como también, la alternativa militar para asumir la conducción de los convulsionados estados.
Me parece que la vieja frase citada, en la actual realidad de interdependencia, más que una postura realista, conlleva un gran desafío constructivista asociado, incitando a los grandes líderes americanos (especialmente el actual y futuros presidentes de EEUU) a romper las antiguas barreras y exclusiones para generar reales espacios de cooperación e integración, pues las amenazas (cualquieras que estas sean) tienen un efecto multiplicador para toda la región, siendo la confianza el capital más importante y el factor aglutinador para superar las gastadas diferencias