La divinidad, el cielo, la tierra y nosotros los mortales, pueden ser considerados los componentes esenciales del habitar, pues en cada cosa construida “residen” y están presentes.-Al menos en aquel que comprende que poéticamente habita el hombre sobre la tierra-; la misteriosa creencia, el sol y el movimiento, la generosidad y la abundancia de la naturaleza y la permanente incógnita del hombre (su mortalidad)- He aquí lo que el filósofo describe como el hogar “Lo que ordena aquí la casa es la autosuficiencia que permite al cielo y la tierra, a los dioses y a los mortales formar una única unidad con las cosas. Es eso lo que sitúa la granja mirando al sur, en la ladera de la montaña protegida por los vientos, entre los prados cercanos al manantial, y la dota de un tejado con ancho voladizo de guijarros, cuya característica pendiente no sólo aguanta el peso de la nieve, sino que desciende hasta abajo para resguardar las habitaciones de las tormentas durante las largas noches invernales. No olvida el altar en un rincón, detrás de la mesa comunitaria, y haya sitio en la habitación para el sagrado lugar del parto y para el ‘árbol de los muertos’ –pues así llaman aquí al ataúd–, y de ese modo determina, para las distintas generaciones que conviven bajo el mismo techo, el carácter de su viaje a través del tiempo. La habitabilidad artesana, surgida ella misma de la morada, que aún emplea sus herramientas y sus estructuras como si fueran cosas, edifica la casa de labor.” Una autosuficiencia, un orden de la permanente y abierta construcción que puede verse vulnerada por la palabra que describe: “Cuando escribo sólo existe lo que escribo. Aquello que he sentido como diferente, que no he podido decir y que se me ha escapado, son ideas o un verbo robado, y que destruiré para reemplazarlo por otra cosa.” (Rodez,1946)
¿Es que la palabra rompe la unidad y excluye al significante del significado?... ¿impide o dificulta la articulación hacia la obra, la creación y la presencia?.
Recuerdo que antes el centro del estudio era la obra, el lugar, en cuanto a ella, su calidad espacial y material, su propio lenguaje que nace de una observación que por ejemplo, de acuerdo a mi experiencia como estudiante en Valparaíso, “En una calle, al costado de La Matriz, en una tarde de primavera (primus veris: ver primero) el paso de las personas por la esquina “quebraba” la luz de la calle y las sombras anunciaban su presencia. Eran una sombras alargadas, de corta permanencia en la vista, en el suelo y en los muros, dando cuenta de una cierta “fragilidad” de la luz y del pasar, como también de un cambio en las formas”. Ahora el centro es el alumno, en cuanto a número, a planteles de estudio y demandas sociales.
Significante, significado y la obra conformando un lugar e incluidos entre sí…¿un ideal?... o el significante ¿reside en la palabra?, pero ¿está excluido del significado?. Tantos medios de información, tantas palabras, tantas personas emisores y receptores “sin procesar” :“Crisis de significado, más profunda y radical que una crisis moral. Porque la moral nace de nuestra posición ante la realidad, así que de poco sirve apelar a la regeneración moral: el hombre no sabe quién es, para qué sirve, por qué tiene sentido sacrificarse y construir.” (Antonio Gil, 2012).
En este valle de pesimismo es válido retomar la mirada cuaternaria, la cual en su sentido de lo completo y trascendencia social, se oriente finalmente a un permanente acto de construcción comunicativa. Un continuo de la persona como individuo y en su rol social de deber constructivo, que iniciándose en la educación, tenga resultados y coincidencia con la retórica imperante-más de derecho humano que de deber humano-. Quizás una lógica del temor a hablar con los dioses, a maravillarse y aprovechar el movimiento, a articular el bien de la tierra y volver con dignidad a una muerte que en definitiva, es permanencia.
¿Es posible construir o encontrar obras cuaternarias? Me viene a la memoria el Taj Mahal (1631 y 1654, India, Agra, estado de Uttar Pradesh, a orillas del río Yamuna, obra construida por el emperador musulmán Shah Jahan de la dinastía mogola). Mausoleo que simboliza la pureza del amor y la eternidad empleando nobles materiales ante el cielo y la creencia.
“¿Cuántas cosas nos perderíamos si solo nos quedásemos con lo que sabemos que va a funcionar?” Luciano Muriel (Primera línea de la obra “Luz Frágil”)