EL SOBERANO: BODIN, HOBBES, ROUSSEAU Y EL ACTUAL ESCENARIO
Julio C. Romero Orozco
Etimológicamente el término Soberanía proviene de (latín) “sober”: encima o sobre, originando lo que hoy se asigna al “Soberano”: alteza suprema y absoluta que tiene autoridad sobre todo lo demás, es el que está por encima del resto (significados.com). Por lo anterior, es una condición de Poder e independencia para imponer y controlar sobre un pueblo en un territorio determinado.
Bodin (1576) define al soberano como un superior que decide e impone leyes sujetas a la ley divina o natural, lo que podría significar una relación de la política o arte de gobernar con Dios y la creación, como también, un amparo y juicio superior a todo lo que hace el hombre.
Thomas Hobbes (1651) asigna al soberano como la única forma de poder y, por tanto, independiente de la ley divina o natural. Tal vez, una consecuencia del humanismo y anunciación de cierto grado de conflicto con el Poder Espiritual o influencia política de la Iglesia. Más tarde, Jean-Jacques Rousseau (1762) extiende el significado a una práctica (ia) ejercida por el pueblo y la persona en una condición de libertad.
De lo expuesto, al menos podemos distinguir algunos elementos constituyentes: La divinidad y la naturaleza, su alteza o el superior, el pueblo, el territorio, independencia / libertad y las leyes, lo que en términos actuales puede traducirse en el Estado (sujeto o no a creencias o vínculos con la fe). Entelequia que presenta (conceptualmente) un constructo inviolable, independiente y con cierta facultad para contrarrestar amenazas o yuxtaposiciones con “otras soberanías” en una supuesta armonía entre el jefe político, jefe militar y el pueblo, como también, otras instituciones.
Desde un enfoque neoliberal, somos testigos de la lógica del imperio del mercado, lo que ha debilitado los poderes tradicionales, especialmente del pueblo, donde la democracia fue reducida a sus aspectos meramente procedimentales (Zárate, 2015). Asimismo, la territorialidad y su control queda sujeto a la dominación del capital y del mercado, por lo que provoca preguntarnos: ¿cuánto Estado, cuánto Mercado y cuánto control ?
Bajo estas incógnitas el acceso soberano al territorio se yergue como una capacidad dependiente de la estatura del emprendedor (mercado), donde el Estado se ha debilitado respecto al ejercicio del control. Por tanto, parece impracticable referirse a la soberanía como una facultad exclusiva. Más bien apunta, en nuestra nueva modernidad, a una sinergia de factores, tanto nacionales como regionales, de manera de construir una cadena de valor en pro de la cooperación e integración ante grandes problemas comunes.