EL PRÍNCIPE, EL COMERCIANTE Y EL PUEBLO
Julio C. Romero Orozco
No es tarea fácil situarse en ese escenario, innumerables veces representado en la vieja Europa. Con tonos de humedad, enfermedades y violencia, las entretenciones del príncipe se orientaron a la caza y pequeñas guerras contra un también noble vecino, el que se veía impedido de esconder sus vulnerabilidades y oponerse férreamente a las agresiones y despojos de un Señor más poderoso. Al final, un paisaje triste, más empobrecido y trágico y un pueblo fuertemente lastimado.
Eran campañas caras y el jefe político y jefe militar eran la misma persona. En el intertanto, de estas actividades en que la pasión arrastraba a noblezas completas, un grupo de comerciantes ya había descubierto el verdadero valor del dinero. Una herramienta de adquisición de poder, influencia y mayor enriquecimiento, en que una fracción mínima del pueblo lograba ascender en la escala social con ideas propias e innovaciones en todos los campos.
Sin duda que el arte de la guerra no estaba sujeta a la filosofía oriental, sino que a la primera regla de oro: el que tiene el oro pone las reglas. Frase que era válida tanto como para el jefe político como para las familias que le prestaban al Príncipe, bajo fuertes intereses. Montos que fueron tan altos, que en algunas circunstancias, significo la desaparición del prestamista y persecución de la comunidad emprendedora. Un ejemplo de esta situación (Virto, 2013): “El rey de Francia Felipe IV convenció al Papa Clemente V para abrir un proceso contra los Templarios. Las causas de este interés del monarca fueron las deudas que mantenía con esta orden”. Orden que alcanzó una enorme influencia y prestigio, como también, una gran relación con la política.
¿Es que la política y la empresa conllevan una misma naturaleza?
Me parece que el acto de “emprender” es lo común pero el objeto es distinto y nuestro siglo XXI ha hecho énfasis realista en la economía global y no en la democracia. Modelo vigente, el cual está cada vez más necesitado de recursos para satisfacer las necesidades de los pueblos gobernados bajo este concepto. Recursos que se derivan de los impuestos y provocan la siguiente pregunta:
¿Es que la diferencia entre el monto de las utilidades de las empresas y el monto de los impuestos es un delta de difícil administración política?
De manera simplista podríamos afirmar que el aumento de impuestos es la solución. Creo que esta medida deprimiría el emprendimiento y afectaría a la población. Sin embargo, la realidad sugiere, tal vez, una gestión política sectorial más tecnificada y especializada, que considere a la empresa como integrante de las soluciones (no de estigmas y problemas) y que esta relación, provoque nuevas estructuras virtuosas Estado-Empresa, base de gobernabilidad y transparencia. Lo favorable al Príncipe, al Comerciante y al Pueblo.