Me tomo de Joaquín Ma. Aguirre Romero (refiriéndose a G. Flaubert) para decir que “La reflexión sobre el lenguaje es constante en el pensamiento occidental. El lenguaje ha sido abordado desde muy diferentes perspectivas. De la palabra nos han hablado los magos y cabalistas, los teólogos, los gramáticos, los retóricos, los lingüistas, los místicos, los filósofos, los poetas... Todos, para hablarnos de la palabra, han tenido que utilizar palabras: la palabra creadora de mundos; la palabra portadora de la verdad; la palabra seductora; la palabra falsa; la palabra culta y la palabra llana; la palabra que aclara y la palabra que esconde; la palabra olvidada y la palabra viva.”
Inquietante presentación de una ¿herramienta?...¿don? o una simple extensión sónica de la naturaleza humana.
Sin duda no somos pájaros, pero nuestros sonidos lingüísticos resuenan en todo tipo de jaulas programáticas o se entintan o digitalizan en planos y pantallas. Cada palabra un hito, ¿un poste hierático en un extenso campo de postes que se conectan entre si?
Me parece razonable reflexionar sobre algunos aspectos:
Sobre la pre-eminencia de la palabra escrita o la palabra hablada, donde en esta última, creo que es posible detenerse en el vacío interpretativo de la sorpresa o de la no sorpresa (o de la mentira) o también, del metalenguaje (aquel lenguaje que explica el lenguaje), aunque la palabra escrita no deje de sorprendernos en la domestica relación bi-polar de bueno/malo, blanco/negro, izquierda/derecha…en fin, por lo cual, el poeta tendría que presentar un mundo nuevo o vacío fructífero entremedio.
Lo otro, acerca de la voz dominante o aquella palabra que se yergue en la cadena de significados, tiñendo las aguas del vacío y los llenos adyacentes, tanto en afán constructivo como en afán de distorsión y manipulación. Todo para configurar horizontes cognitivos
¿Es que las ideas nacen del vacío y se corrompen en la palabra?
Refiriéndome a poetas como Hugo von Hofmannsthal, “se le disuelve el mundo entre los dedos. Como un rayo, le llega la revelación de que la solidez del mundo está asentada al amparo de la palabra. El mundo aparece sólido porque la palabra lo mantiene unido. Esa intuición desencadena un proceso en el que, afirma, las palabras abstractas, cualquier pensamiento, "se me descomponían en la boca como hongos podridos". El joven Lord Chandos se sumergirá en un silencio que es el de la vida en su devenir, abandonando el lenguaje que paraliza, que limita el mundo, en su abstracción.
Tal vez, una ansiedad que me lleva a la tartamudez al ver que la palabra ya no lleva tanto a la acción y a la construcción de un mundo mejor.
Asi como el lenguaje es paralizante y conlleva la mentira, también debiera ser herramienta de renovación y premio.