EL ESTADO Y LA DELINCUENCIA COMÚN:
Una reflexión de realismo político
Julio C. Romero Orozco, 25 de Agosto de 2015
“El pesimista se queja del viento; el optimista espera el cambio; el realista ajusta las velas”
William Arthur.
Un tema inquietante, digno de debate y reflexión es lo concerniente a la seguridad pública. El aumento de actos y tipologías de delito mantiene a la población en una condición de preocupante victimización y asimetría respecto a quienes tienen que no sólo combatir la delincuencia (policías), sino que también administrar y ejecutar los procesos correspondientes a los autores del delito (sistema judicial).
Aunque surjan una serie de iniciativas gubernamentales:(Consejo de seguridad pública, Subsecretaria de Prevención del Delito, Ley de Fortalecimiento del Ministerio Público y otras) es claro que el Estado y sus herramientas institucionales proyectan una imagen de debilidad e incapacidad irritante frente a la gran amenaza delictual. Todos: (delitos, mecanismos de mitigación, procesos judiciales y actores) componentes de un gran problema estructural- cuestionado- está provocando expresiones anti-sistémicas extremadamente duras tales como: “derecho de todo ciudadano a vivir en un país dignamente, y no estamos ni viviendo, ni dignamente. Y nadie hace nada y los de arriba se cagan de la risa de nosotros" …"en vez de estar cuidándonos a nosotros están viendo a ver quién es el más traidor de todos"… "En Brasil se sale a la calle a protestar, en Argentina se sale... este es un pueblo cornudo, porque es hincha de la política, en vez de hincha de uno mismo (Petinatti, El País, ago 19, 2015, Uruguay).
Ya en nuestro lado, el sistema jurídico- casi sin sorpresa-declara su incapacidad por falta de leyes específicas,personal y tecnología-como también falta de cárceles- para procesar diversos casos, conllevando con esto la impunidad, el aumento de hurtos y robos con violencia, la llamada “puerta giratoria” y la sensible vulnerabilidad de la sociedad. Asimismo se habla de la justicia de los ricos y de la justicia de los pobres caricaturizando esta percepción con la idea la cual “a los ricos los encierran en su casa y a los pobres que hurtan una gallina…los secan en la cárcel”. Sin duda que figuras diferentes pero delitos al fin, los que debieran estar insertos en un proceso acorde a la idea de la Ley para Todos y justicia plena, que de acuerdo a la actual situación de inseguridad y permanente embate delictual, sean tal vez un imaginario y constructo idealista.
La interrogante es dónde, cómo y cuándo… y con qué deben gestionarse los procesos anti-delictuales. Virginia Woolf – en otro contexto-expresaba que “Es mucho más difícil matar a un fantasma que a una realidad”. No obstante, opino que este es el foco del asunto; la dificultad del Estado para identificar el problema de la delincuencia y sus consecuencias como una realidad objetiva. Problema que ha llevado a la configuración – en el horizonte cognitivo- de una imagen fantasmagórica de riesgo y miedo, que nos tiene sumidos en una suerte de paralización decisional compuesta de pobreza, desigualdad, derechos humanos, coyuntura económica mundial, reinserción, otras, que tal vez obstaculice la correcta visión del problema y la solución, la que pienso que no es fácil.
Un enfoque, también fantasmal del problema, puede inducir a la construcción de opciones institucionales sin fuerza pero con mucha retórica facilista, lo que puede tener como consecuencia- en una segunda lectura- que el Estado esté traspasando “subliminalmente” “la carga y el hacer” contra la delincuencia al ciudadano común, al particular, al emprendedor, al que genera recursos, al honesto,-una acción extremadamente realista y práctica-, pues el sistema, con las facultades y legitimidad para ejecutar la tarea, se ha desperfilado y debilitado en su rol persistiendo sin un horizonte claro en la lucha y empleo de recursos contra un mal endémico enquistado en el tejido social.
A modo de conclusión, es evidente un alto grado de asimetría entre el protector y el protegido. Su interrelación está inmersa en un proceso dificultoso, débil y carente de resultados. El Estado pareciera que declara su incompetencia en su rol de seguridad y lo traspasa a la sociedad, pudiendo significar esta acción el incremento de la violencia y empleo de herramientas o armas sin control debido al hastío del hombre común ante el aumento del delito y la impunidad. Por otra parte, es válido adelantar el surgimiento de iniciativas individuales que podrían arrogarse el rol de resguardo del patrimonio empleando la vía violenta contra de la delincuencia como también de minorías hastiadas que “ajusten las velas” para extirpar la amenaza a su seguridad y capacidad de emprendimiento ya que el entorno social, político y económico está profundamente convulsionado.
A continuación una interesante reflexión:
“La delincuencia debe ser enfrentada con un excelente sistema penitenciario. Este sistema debe ser tan higiénico, en su sentido genérico, que opere sobre el delincuente de igual manera como se sanearía una gallina llena de piojitos. Se le da la atención adecuada para expulsar del cuerpo todo lo que pueda afectar la salud física y, en cuanto al delincuente, la mental. Y ¿luego?, preguntó otro constituyente. ¿Regresar la gallina al gallinero infectado de piojitos? ¿Regresar al delincuente a su mismo hábitat sin que haya sufrido transformación alguna, de carácter social, económico y cultural?“ Carlos Zuñiga G. https://impresa.prensa.com/opinion/delincuencia_0_1448855187.html#sthash.dAQhcZEJ.dpuf