CHILE Y HORIZONTE DE SALIDA DE LAS OPAZ EN HAITÍ
Julio C. Romero Orozco
Hemos sido testigos, por largos años, de los esfuerzos que realiza la Organización de Naciones Unidas (ONU), con el concurso de los Estados asociados, para acudir en ayuda y recuperación de Haití. País centro de las miradas mundiales y fuente de noticias, que hoy nos desafía a operacionalizar las acciones de cooperación con herramientas robustas y eficaces que tengan un efecto político y social duradero.
De acuerdo a su situación actual, vemos que las acciones no sólo se aplican para remediar debilidades devenidas de su condición de inestabilidad, violencia y vulnerabilidad, sino que además, el escenario se ve sobrecargado y complejizado por el implacable castigo de las enfermedades y los desastres naturales, incrementando exponencialmente el tamaño, costos y las estructuras de los esfuerzos cooperativos requeridos, y al mismo tiempo, debilitando el propio nivel de capacidad y voluntades del sistema.
Es por ello, que enfrentar el dinamismo de las amenazas en Haití, significa hoy un horizonte incierto para la MINUSTAH y un gran desafío para las misiones de paz y reconstrucción en el futuro.
Si nuestro país, como un actor importante en la misión, reconoce en un sentido integral y moderno, que la seguridad nacional depende de factores internos y externos, ¿Cómo se deberán abordar los nuevos desafíos de esta importante actividad en el marco de los objetivos del mundo para la estabilidad y desarrollo, de la Defensa Nacional de Chile, de la Política Exterior del Estado, y de la sociedad chilena como un todo armónico y coherente?
La última década ha sido escenario de transformaciones y desafíos fundamentales, tanto para las relaciones entre los Estados, sus estructuras económicas, políticas y sociales, como también, para los esfuerzos para la paz y reconstrucción patrocinados por la ONU. Fenómenos, entre otros, como las crisis económicas, los procesos de integración regional, los derechos humanos, las catástrofes naturales y la conflictividad al interior del Estado, han redefinido los roles tradicionales de este respecto a la generación de nuevas herramientas para contribuir a la estabilidad y el desarrollo de las sociedades.
Al mismo tiempo, la historia reciente registra oleadas democratizadoras, luchas por nuevos derechos sociales, desequilibrios cada vez más profundos entre pobres y ricos, recrudecimiento de la xenofobia y los fundamentalismos religiosos, terrorismo y violación a los derechos humanos. Fenómenos, que también han contribuido a transformar radicalmente las relaciones sociopolíticas, poniendo en el centro del debate académico la problemática del Estado, sus instituciones, los organismos internacionales como componentes de una red multi-sectorial y multi-organizacional y las posibles nuevas herramientas para mantener un rol activo y eficaz de cooperación al desarrollo y la paz sobre bases seguras y replicables.
En este ámbito, nuestro país se encuentra en un buen pie institucional para responder a estos desafíos y a las nuevas propuestas de las Naciones Unidas (Nuevo Horizonte), aunque en lo particular, respecto al caso haitiano, emergen situaciones puntuales de casos de muerte de miembros de nuestro contingente, dificultando la continuidad de la participación nacional y velando la decisión para una pronta salida de la MINUSTAH.
Esta realidad podría tornarse favorable si nuestro país configura una institucionalidad especializada inscrita en un sistema, orientada a las Operaciones de Paz, proponiendo medidas políticas y operacionales a la ONU que permitan ampliar su ámbito de acción y actuar simultáneamente de manera multi-disciplinaria y multi-organizacional y en combinación con los actores de la sociedad intervenida. Como también, considerando otras experiencias de mantenimiento de la paz y reconstrucción aplicadas en otras zonas de inestabilidad, asimismo, la experiencia de mitigación de desastres naturales ocurridos recientemente en nuestro país.
En el tenor de este artículo, mayores capacidades nacionales significan una nueva herramienta de proyección de estabilidad en zonas de conflicto y desastre bajo un paraguas multidisciplinario robusto, como también, conjunto y combinado en un estrecho trabajo en equipo cívico –militar cuyo objetivo final sea la estabilidad definitiva de la zona.