¿Quo Vadis? INSTITUCIONES Y DEMOCRACIA Mg. Julio C. Romero Orozco

 

¿Quo Vadis? INSTITUCIONES Y DEMOCRACIA

Mg. Julio C. Romero Orozco

16 de enero de 2019

En la cadena de valor implícita en la tarea de gobernar y prodigar el bienestar común (concibiéndose como proceso complejo), la construcción de la realidad (segura y desarrollable) por parte del sistema político, en conjunto con el resto de la sociedad, se ve hoy como un proceso que va más allá de la aplicación de herramientas en su condición tradicional.

Hoy, las instituciones ya no están protegidas bajo el manto del metarrelato histórico de legitimidad ganada en el tiempo, centrada en el Estado y fuertemente remarcada por la tradición y la costumbre. Las debilidades y fallas de sus procesos internos permean noticiosamente hacia el exterior, volviéndose vulnerables ante la acometida de una sociedad vigilante, opinante sancionadora y descontenta  que, sobre una creciente interconexión en redes, que incluso pueden constituirse en plataformas de noticias falsas y predicción tendenciosa,  la comunicación se yergue  como una nueva forma “creíble” de “contrato social” de derechos y deberes, cuestionando tanto el liderazgo y la organización como las formas institucionales.

Por otra parte, el empoderamiento de nuevos tipos de liderazgos, sobre bases de percepción e interpretación de la realidad emergente, sitúa a la democracia y al propio estado, en una condición cada día más difícil de explicar y legitimar, pues la actual dinámica sociopolítica está configurando una cambiante realidad individual y colectiva, dibujando nuevas fronteras y exigiendo diferentes capacidades para gobernar. Por lo que podría inferirse que: “La democracia es un conflicto de interpretaciones y no una lucha para que se imponga una “descripción correcta” de la realidad” (Innerarity, D, El País, may 2018), desprendiéndose que: las instituciones tradicionales podrían ser la base donde se originan las interpretaciones y la conformación de realidades contrapuestas y conflictivas impidiendo una modernización apropiada para cada sociedad.

En este escenario, se abren diversas interrogantes respecto a la configuración y rol de las instituciones en una democracia acorde a los nuevos tiempos. ¿Es necesario un gran cambio cultural respecto a tipos de liderazgo, diferentes procesos y funcionamientos, control y actividades formativas en la instauración de nuevas instituciones o fortalecimiento de las tradicionales?... ¿Estamos en tránsito hacia una gobernabilidad y gobernanza digital? …¿Cómo debiera interpretarse la democracia de hoy?...¿La democracia es un factor a interpretar en el metarrelato actual para después gobernar?

Así comoLas verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son,  metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora consideradas como monedas, sino como  metal (Nietzsche, 1873) pareciera que las Instituciones y la democracia han seguido el mismo derrotero.

Hoy vemos un clima de crisis y cuestionamiento que  apunta ciertamente al liderazgo, procedimientos, como también, a sus estructuras, factores que integran criterios de carácter nacional – y también universal- para su vigencia y legitimidad, sostenidos en valores y prácticas que las han sustentado para su duración en el tiempo. Asimismo, la actual sociedad multi-informativa, reflejada en el flujo de datos en red- a la vista de todos -, el crecimiento tecnológico exponencial y la relatividad respecto  al valor del significado, la credibilidad y la verdad (posiblemente, una consecuencia nefasta), como también, las diferentes generaciones de actores y su conducta,  determina que la construcción de la estabilidad, en un ambiente de certidumbre y con algún grado de predictibilidad, es un tema relevante. ¿Por qué relevante?, porque las condicionantes expuestas definirían el tipo de gobernabilidad, gobernanza, legitimidad del sistema político, actores específicos, liderazgo, como también, la estabilidad, para determinar lo que se habla ahora como la necesidad de “nuevas estructuras y liderazgo” y la demanda de cambios profundos para redefinir la política y la democracia.

En lo teórico, “la tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores” (Berger y Luckmann), define básicamente lo que es  una institución, debiendo considerar el lenguaje y el marco valórico implícitos, lo que las distingue unas de otras y el reconocimiento social, lo que las legitima. Un complejo proceso de construcción social de la realidad.

Diversos han sido los enfoques respecto a las instituciones de hoy, como por ejemplo:  “El ser humano, para su acontecer cotidiano, precisa de un entorno estable que le permita gestionar la contingencia con un grado aceptable de previsibilidad. Las instituciones son la culminación de ese proceso de habituación y sirven para consolidar la libertad  dentro de la convivencia”  (Ramos, M, 2013), considerando a las instituciones en una condición utilitaria para el logro de la estabilidad. Por otra parte, según H. Beckett, “La sociedad conectada a la red exige cada vez instituciones más abiertas y colaborativas, capaces de establecer una relación más directa con los ciudadanos que permita evolucionar en términos de democracia digital. A pesar de las reticencias al cambio y las dificultades que comporta, es necesario que los organismos públicos se redefinan si no quieren ser desplazados en sus funciones por agentes externos” (CCCBLAB, 2017)., haciendo énfasis en el rol mediador de las instituciones con la sociedad a base de la cooperación, considerando la actual realidad social interconectada por la tecnología, además, demandando a las entidades públicas a adaptarse a los cambios ante la amenaza de fuerzas externas (¿ideologías, grupos de interés, otras?.

Ya en una posición más crítica, Noah Chomsky afirma que:  "Las causas de los horrores de nuestros días son institucionales. Si no cambiamos las instituciones, sólo lograremos posponer el desastre",  en discordancia con la política y con la justicia social, sosteniendo que el foco de atención son las instituciones (en fallo) y la necesidad de cambios profundos.

Según el Ex Presidente de Chile, Ricardo Lagos: “la desconfianza ciudadana está poniendo en entredicho la legitimidad del sistema político. Hace falta un gran reencuentro nacional que restaure el prestigio de la política y la credibilidad de las instituciones”. También (Diario La Tercera, 31 dic 2018) llamó a “buscar un nuevo contrato social que nos convoque a todos”. Opinión que señala la  debilidad en la legitimidad, desconectando a las instituciones de la población debido a una crisis en la confianza.

Lo común de los autores citados es la necesidad de cambios y capacidad de adaptación (modernización), ante el fracaso de las estructuras tradicionales, ante la volatilidad, inestabilidad e incertidumbre del entorno y ante los desafíos que nos impone la realidad del mundo digital.

El incremento del mundo digital, la desconfianza y la necesidad de una mayor voluntad de cooperación e interconexión, parecieran ser los factores influyentes, pudiendo agregarse, las diferentes tipologías de actores (BB, X,Y,Z) y las que podrían sobrevenir en el mediano plazo como una gran fuerza cambiante de lo tradicional, respecto a la autoridad, entramado valórico y formas de enfrentar el mundo del trabajo, finalmente el sistema político y el económico.

De acuerdo a lo expuesto, no cabe duda que debemos detenernos en los significados de “verdad”, “Estado”, “autoridad”, sistema político y democracia, como también, en lo referente a lo “nacional” y la “soberanía”, para revisar su vigencia e impacto en la sociedad. Ya una sociedad más cosmopolita y con prácticas sociales, económicas y políticas que rebasan las fronteras tradicionales, cuya complejidad también se refleja en el tipo de amenazas a la seguridad en un mundo cada día más cambiante e incierto.

Actualidad, denominada post-moderna, cuyo término, acuñado por Jean-François Lyotard (1979), la define como una condición de incredulidad con respecto a los metarrelatos o “explicación cohesiva de largo alcance para fenómenos amplios”. Incredulidad que se agrava y se ha convertido en desconfianza respecto al gran relato de valores y logros (concentrado en la tradición) de las instituciones. Tradición que puede, por un lado, transformarse en un relato incuestionable (como la religión, ideología)  y por otro, verse vulnerado, de acuerdo a la dinámica de nuestros tiempos, debido a fenómenos interpretativos, crisis de liderazgo y/o fallas en los procedimientos.

El mismo autor, se refiere a mini-relatos, para llegar a “verdades menores” y más personales, pudiendo desprender una institucionalidad más reducida, que pueda experimentar un mayor control en sus procesos y aplicar medidas correctivas inmediatas y eficaces, evitando daño colateral e impacto social.

 El último informe de politización en Chile elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, concluyó que existe una fuerte crítica desde la ciudadanía al poder y las élites que participan en la toma de decisiones. La sociedad chilena comienza a interesarse en los procesos políticos y la demanda por mayor participación y más democracia toma fuerza en el último año, amenazando al poder e incomodando a los partidos y grupos empresariales que controlaron la política en las últimas décadas.” (El Mostrador, ene 2019)

No cabe duda que cada uno de nosotros ya estamos involucrados en diversos procesos sociales en red, desde lo económico a lo doméstico y político, anunciando una lógica de participación con sus propias reglas, derechos y deberes, los que podrían ser la base de un nuevo concepto de contrato social y democracia. Esta configuración demandaría asignar a las instituciones el rol de reducir al máximo los fenómenos interpretativos (que provoca el conflicto autoridad-sociedad o inter-autoridad o inter-social), donde “la tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores” se vea y se construya a base de procesos y liderazgos sólidos y eficaces, como también, un relato explicable.